Carnaval Descubrimiento 2013
La Reina del Pacífico un
territorio bendecido por Dios, con una gama espectacular de culturas que a lo
largo de nuestra historiografía, han convergido en este eslabón de tierra que
ha unido grandes continentes. Según el
Dr. Richard Cooke del Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales, las
primeras evidencias de grupos humanos en Panamá se remontan aproximadamente a
unos 11,000 años atrás y en el continente americano hace más de 14 mil años.
En ocasiones he manifestado
mi desprecio –si le puedo llamar así- a quienes utilizan la palabra
descubrimiento para referirse a los hechos acontecidos a partir del año 1492
dirigidos por empresa española. Es que me causa más que desagrado, que en
este milenio, sigamos hablando de descubrimiento. Para muchos, descubrimiento es la observación novedosa u original de algún aspecto de la realidad,
normalmente un fenómeno natural; el hallazgo, encuentro o manifestación de lo
que estaba oculto y secreto o era desconocido.
Para las corrientes del
pensamiento historicista es la descripción de las primeras incursiones de gente
de una cultura en el ambiente geográfico y cultural de otra. En definitiva ni por antonomasia ni por metonimia podría a mi
juicio confundir un encuentro de culturas con un descubrimiento. La razón no me lo permite, cuando no existen
parámetros para medir culturas o
sociedades; porque lo que nos diferencia o lo que se puede comparar a una
con las otras, son los grados de
desarrollo.
El debate que se presenta
respecto a que si la llegada a América
por los europeos fue descubrimiento o encuentro es un tema que abarca una
discusión mucho más amplia y profunda, que en este espacio, sería muy difícil
sustentar, porque por siglos los europeos desconocieron nuestras sociedades
autóctonas. Pero sí me genera mucha
confusión, cómo los asesores y quienes promueven un carnaval en esta capital,
hayan permitido que los mismos se denominasen Descubrimiento 2013, en razón de
los 500 años del para mí mal llamado “descubrimiento del Mar del Sur”. ¿Es que no existía ya? O es que lo conocido
por nuestras culturas mesoamericanas hoy día lo seguimos callando, aún peor
aceptamos estar inmersos en una ignorancia histórico cultural. Por años, hemos preferido honrar a foráneos
que istmeños. Nuestra moneda, parques,
carnavales, le hace halago al caballero
del barril pero no a Anayansi o a su papá, por ejemplo. El español Balboa fue el primer europeo
que lo contempló, más no lo descubrió.
No me opongo al carnaval. Desde que tengo memoria he vivido en la
celebración del mismo. Recuerdo como si
fuera ayer, los días previos, como mi abuela con mucho afán nos terminaba de
confeccionar las polleras, reunía a los tamboreros y a las cantalantes para la
tuna de tambores. Soy de un pueblo en
donde la celebración del mismo es una de las expresiones festivas más
importantes y que genera entradas económicas a los comercios locales y a las
arcas municipales, y en donde lucir la pollera un domingo de carnaval es
extraordinario. En mi pueblo, los
lugareños miembros de la junta de carnaval
-de ambas calles- trabajan todo el año para poder lucir un carnaval de
altura. Con tan pocos recursos y mucho
esfuerzo, los realizan y logran captar a los pocos o a los muchos turistas que
nos visiten. Por años, se han
desarrollado carnavales sin ningún tipo de apoyo gubernamental. No obstante, me pregunto: Por qué las diferencias en patrocinar
–estatalmente- el carnaval de la capital vs el del interior del país? Y observo como se destina tanto dinero de
supuesta inversión para la celebración del mismo, en donde son pocos los
beneficiados desde un punto de vista económico, porque mientras los artistas
nacionales cobran bicoca el extranjero se lleva la mayor cantidad del mismo. Dineros que ayudarían muchísimo a la
educación, al capital semilla de microempresarios o para donarlo a los
diferentes asilos, orfanatos, comedores
infantiles o a promover las granjas auto sostenibles, etc.
Si se desea seguir
celebrando el carnaval en la ciudad capital, para los años venideros, debería
haber una junta de carnaval ajena al Estado y a los fondos públicos, que realice
el trabajo y genere los recursos necesarios de la misma forma como se da en el
interior del país.