El coronavirus como epidemia
ha puesto en relieve las capacidades que los seres humanos podemos desarrollar
en los diferentes escenarios y roles de nuestras vidas. Aún en el encierro,
hemos desarrollado capacidades para soportar los espacios, moderar y hasta
racionalizar el consumo de alimentos, ayudar a nuestros hijos en ese proceso de
enseñanza aprendizaje. En otros ha puesto en evidencia el egoísmo de pensar
solo en sí mismos y ver la forma de cómo seguir y salir de la crisis. Hay otro
grupo que ha puesto en escena sus mezquindades que alcanzan hasta poner en
riesgo la salud de muchos por el simple hecho de no seguir las reglas
establecidas.
Una palabra repetida por
muchos pero practicada por pocos, como es la solidaridad (para algunos como
principios para otros como valor) definida como el apoyo o la adhesión
circunstancial a una causa o al interés de otros en situaciones difíciles, hace
que muchos nos preguntemos la capacidad que tenemos en practicarla.
Consciente estoy de la lucha
que por años ha mantenido el gremio docente de la Universidad de Panamá, para
que se hiciera justicia y poder tener un salario justo que es un derecho
adquirido de todos los profesores. Derecho que no se pierde y que gracias a
Dios hoy, es reconocido.
No obstante, como defensora de
nuestros derechos, como profesional sin salario y sin estar afiliada a algún
partido político, quiero dejar clara mi postura, acerca del aumento salarial
(ajuste) que por derecho tienen los docentes universitarios y que hoy no puedo
estar de acuerdo con el pago del mismo, debido que no se puede pasar por alto
la grave crisis sanitaria que vive el mundo y que hoy nuestro país enfrenta con
fuertes medidas para tratar de proteger la vida (principal bien jurídico
tutelado). Un escenario nacional de zozobra porque no tenemos idea hasta cuándo
las medidas podrían extenderse, aunado a una crisis social y económica,
caracterizada por pérdidas de empleos, licencias, suspensión temporal de
contratos; un sector informal, profesional, micros, pequeñas y medianas
empresas cuarentenadas por la emergencia, las cuales atraviesan un momento
difícil en el cual no están generando ingresos para el sustento familiar y que
en todo el engranaje del Estado (central e instituciones autónomas y
semiautónomas) los esfuerzos deben dirigirse a contener el gasto y los fondos
enfocarse en palear la crisis sanitaria, económica y social que muchas personas
enfrentan. Esto me atrevo a señalarlo
–sin ser médico epidemiólogo- porque nuestro país se encuentra en el primer
brote de la enfermedad y no tenemos idea de cómo esto avanzará y si estaremos
exentos de un segundo o de un tercer brote, si no se logra una vacuna que nos
ayude en el control del virus.
Como centro de estudios
superiores que resguarda en su esencia valores de solidaridad para con nuestra
gente y que siempre ha estado al servicio de la nación a lo largo de su
historia, hago un llamado en aras de seguir engrandeciéndonos en valores a
favor de nuestro prójimo, que se suspenda el pago de los ajustes salariales a
los docentes, debido a la crisis económica que afecta a más de la mitad de la
población mientras dure la crisis y una vez levantadas las medidas se proceda en
los pagos correspondientes.