viernes, 1 de marzo de 2013

Carnaval Descubrimiento 2013



Carnaval Descubrimiento 2013
La Reina del Pacífico un territorio bendecido por Dios, con una gama espectacular de culturas que a lo largo de nuestra historiografía, han convergido en este eslabón de tierra que ha unido grandes continentes.  Según el Dr. Richard Cooke del Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales, las primeras evidencias de grupos humanos en Panamá se remontan aproximadamente a unos 11,000 años atrás y en el continente americano  hace más de 14 mil años.  
En ocasiones he manifestado mi desprecio –si le puedo llamar así- a quienes utilizan la palabra descubrimiento para referirse a los hechos acontecidos a partir del año 1492 dirigidos por  empresa española.   Es que me causa más que desagrado, que en este milenio, sigamos hablando de descubrimiento.   Para muchos, descubrimiento es la observación novedosa u original de algún aspecto de la realidad, normalmente un fenómeno natural; el hallazgo, encuentro o manifestación de lo que estaba oculto y secreto o era desconocido.  Para las  corrientes del pensamiento historicista es la descripción de las primeras incursiones de gente de una cultura en el ambiente geográfico y cultural de otra.   En definitiva ni  por antonomasia ni por metonimia podría a mi juicio confundir un encuentro de culturas con un descubrimiento.   La razón no me lo permite, cuando no existen parámetros para medir  culturas o sociedades; porque lo que nos diferencia o lo que se puede comparar a una con  las otras, son los grados de desarrollo.
El debate que se presenta respecto a que si la llegada a  América por los europeos fue descubrimiento o encuentro es un tema que abarca una discusión mucho más amplia y profunda, que en este espacio, sería muy difícil sustentar, porque por siglos los europeos desconocieron nuestras sociedades autóctonas.   Pero sí me genera mucha confusión, cómo los asesores y quienes promueven un carnaval en esta capital, hayan permitido que los mismos se denominasen Descubrimiento 2013, en razón de los 500 años del para mí mal llamado “descubrimiento del Mar del Sur”.  ¿Es que no existía ya? O es que lo conocido por nuestras culturas mesoamericanas hoy día lo seguimos callando, aún peor aceptamos estar inmersos en una ignorancia histórico cultural.    Por años, hemos preferido honrar a foráneos que istmeños.   Nuestra moneda, parques, carnavales,  le hace halago al caballero del barril pero no a Anayansi o a su papá, por ejemplo.   El español Balboa fue el primer europeo que  lo contempló, más no lo descubrió.
No me opongo al carnaval.  Desde que tengo memoria he vivido en la celebración del mismo.   Recuerdo como si fuera ayer, los días previos, como mi abuela con mucho afán nos terminaba de confeccionar las polleras, reunía a los tamboreros y a las cantalantes para la tuna de tambores.   Soy de un pueblo en donde la celebración del mismo es una de las expresiones festivas más importantes y que genera entradas económicas a los comercios locales y a las arcas municipales, y en donde lucir la pollera un domingo de carnaval es extraordinario.   En mi pueblo, los lugareños miembros de la junta de carnaval  -de ambas calles- trabajan todo el año para poder lucir un carnaval de altura.   Con tan pocos recursos y mucho esfuerzo, los realizan y logran captar a los pocos o a los muchos turistas que nos visiten.   Por años, se han desarrollado carnavales sin ningún tipo de apoyo gubernamental.   No obstante, me pregunto:   Por qué las diferencias en patrocinar –estatalmente- el carnaval de la capital vs el del interior del país?   Y observo como se destina tanto dinero de supuesta inversión para la celebración del mismo, en donde son pocos los beneficiados desde un punto de vista económico, porque mientras los artistas nacionales cobran bicoca el extranjero se lleva la mayor cantidad del mismo.   Dineros que ayudarían muchísimo a la educación, al capital semilla de microempresarios o para donarlo a los diferentes asilos, orfanatos,  comedores infantiles o a promover las granjas auto sostenibles, etc.  
Si se desea seguir celebrando el carnaval en la ciudad capital, para los años venideros, debería haber una junta de carnaval ajena al Estado y a los fondos públicos, que   realice el trabajo y genere los recursos necesarios de la misma forma como se da en el interior del país.

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