Apacigua la melancolía del tortuoso momento
y del peso por la distancia que la
emergencia encierra.
Convirtió nuestra morada en cárcel
lúgubre y silenciosa
con dolor entrañable por la ausencia
de su espíritu
recordando sus (los) pasos se perdió
su mirada
en el lejano infinito de un sueño
profundo.
.
Madres los evocan pensando que les
responderán
el dolor clavado en sus mentes
anuncia las ausencias.
De sueño profundo que la eternidad
ofrece y desvanece
palpitando sus almas, las mujeres
sienten
el incierto destino de soledad que
aún con el tiempo
desesperadas respiran en el ocaso de
sus días.
Dolorosos siguen siendo los momentos
que ni el tiempo ni la distancia
curarán su alma.
Las benditas mujeres que luego de
parirlos, los pierden
sin explicación no entienden el golpe
tenaz,
un enemigo invisible, invasor y
asesino
que reina sin corona y que es un
virus.
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