Estas
líneas no están dedicadas para platicar ni del buque Reina del Pacífico ni de la
señora Ávila Beltrán, conocida como la reina del Pacífico que fue enjuiciada y
condenada en Estados Unidos de América por delitos relacionados con el
narcotráfico. Nuestro objetivo es enaltecer una tierra, que desde antes del
encuentro histórico conocido, sirvió de eslabón para que las culturas pre
hispánicas pudieran transitar entre el norte y el sur y de sur a norte, y de
esa manera servir como puente entre las culturas prehispánicas. Un territorio
que, debido a su privilegiada posición geográfica, siempre ha servido al mundo.
Nuestro Istmo, visitado por primera vez en el año 1501 por Rodrigo de Bastidas y tiempo después, en 1502 por Cristóbal Colón, ambos españoles, dio pie a que se produjera el encuentro (mal llamado descubrimiento) y la posterior colonización por parte de los recién llegados europeos. a los territorios de las Indias (posteriormente denominada América). Así, nuestra tierra se convirtió, en el centro de la mayoría de las expediciones y exploraciones que zarparon hacia Centro y Sur América y las mismas se realizaron con paso veloz.
Panamá,
como centro de las actividades que desarrolló España, fue testigo, para que en
el año 1513, el rey Fernando de Aragón, designara como gobernador y capitán
general de Castilla del Oro a Pedro Arias Dávila. Para el mismo año, se
emprendió la expedición, dirigida por Vasco Núñez de Balboa, que conduciría a
que él, se convirtiera en el primer
europeo en divisar -el 25 de septiembre-,
una masa de agua y que en nombre de la corona española, le denominó Mar del Sur,
hoy día el Océano Pacífico. Siguiendo con ese mismo rol del Istmo, en noviembre
de 1515, Antonio Tello de Guzmán, encontró el camino que conectaba el Golfo de
Panamá hacia Portobelo, pasando por Nombre de Dios. Incidentalmente, en la
costa del sur, encontraría un villorrio (cacicazgo) al que los indígenas (hoy originarios)
denominaban Panamá (en la cual hoy día existen evidencias arqueológicas sobre
la existencia de los mismos). Para algunos, el nombre significaba abundancia de
peces y de mariposas, para otros, abundancia de un árbol al que denominaban
Panamá. Este territorio sería el sitio que a partir del 15 de agosto de 1519,
albergaría a la Ciudad de Panamá y se convertiría en la Reina del Pacífico.
La
Reina del Pacífico era la capital del reino de Tierra Firme. Era una majestuosa
ciudad en las tierras americanas después de México y Lima. Tuvo casas
particulares y establecimientos comerciales, plazas, calles, seis conventos
(Santo Domingo, San Agustín, La Merced, San Francisco, la Compañía de Jesús y
las Monjas de la Concepción).Existía además un hospital, dos ermitas (San
Cristóbal y Santa Ana) y una bella catedral y recibió mediante Real Cédula el
título de Ciudad y un Escudo de Armas conferido por el Rey Carlos V de España. Aunado
a ello, el punto de partida, sirvió a los intereses de la corona con el objeto
de seguir conquistando otras tierras.
El
monopolio comercial que mantenía la Corona Española con sus territorios de
ultramar, provocó que Inglaterra, Francia y Holanda, financiaran a piratas y
corsarios (otorgándoles patentes de corso). Así, España iniciaría las
fortificaciones para la defensa de sus territorios. La bella Reina del Pacífico
fue atacada y tomada por casi un mes por el pirata Enrique Morgan, en el año
1671. La misma fue incendiada y la hermosa ciudad, quedó devastada.
El 21
de enero de 1673, por orden de la metrópolis, el gobernador del Istmo Antonio
Fernández de Córdoba y Mendoza, trasladó la vieja ciudad al lugar que aún hoy,
ocupa.
En los
500 años de fundación de la Ciudad de Panamá que a la fecha celebramos, hemos
pasado por momentos históricos muy difíciles: La independencia de España, la unión
voluntaria y posterior separación de Colombia, el nacimiento de nuestra
República en un escenario inmerso en el imperialismo del tío Sam, inauguración
de relaciones panameñas-estadounidenses que significaron en casi un siglo de
constantes intervenciones militares (solicitadas y no solicitadas), la firma de
un tratado ignominioso que significó para nosotros, los panameños, la pérdida
de la soberanía dentro de nuestro propio territorio; la lucha de muchas
generaciones por recuperar su mayor patrimonio (el Canal); los años de
dictadura que conducirían a la mal llamada Causa Justa que significó la
destrucción de parte de la ciudad de Panamá y que conduciría al empobrecimiento
de algunos sectores de la población, respecto al sentimiento de nacionalismo y
de soberanía; la restitución de la democracia y del estado de derecho; una
ciudad que se ve amenazada cada día por las malas decisiones de sus gobernantes
y que parece estar enferma por las malas decisiones de quienes, en los últimos
años, la han dirigido y la han vuelto menos resiliente.
Sí,
tenemos un Canal manejado por panameños, ampliado, eficiente y abierto al
mundo, un país con un desarrollo económico envidiable por nuestros vecinos, en
donde la desigualdad cada vez aumenta mucho más; un sector agropecuario que no
arranca y que pone en peligro nuestra seguridad alimentaria; muestras y
evidencias de gran corrupción en donde impera la falta de justicia y la
impunidad.
A
pesar de las adversidades y vicisitudes, descritas, la ciudad cuenta, según mi
criterio, con el plus más grande que pueda existir, como lo es su gente.
Personas que están dispuestas a trabajar y echar a andar el país. Gente que
cada día sale y pone su granito de arena para enaltecer su patria. Gente que a
pesar de los grandes obstáculos que imponen los corruptos, aún creemos que
podemos avanzar por los caminos de la esperanza y de la justicia, para hacer de
nuestra ciudad y del país, la Reina del Pacífico, que la gloria de antaño y hoy,
nos reclama.
Excelente artículo. Una realidad que no podemos negar.
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